sábado, 25 de febrero de 2017



C A R N A V A L







Frufrúes, tin tines, sedas, cascabeles, collares de risas, chillidos alegres. ¿Quién es? 
¡Adelante! Soy yo... ¡Carnaval!       
Delmira Agustini (poeta modernista uruguaya.1886 - 1914)


Si el amor es fantasía, últimamente me encuentro en pleno carnaval.
Vinícius de Moraes (figura capital en la música popular brasileña contemporánea.1913 - 1980) 

"Cruza del barco hasta el coche
la serpentina nerviosa y fina,
como un pintoresco broche
sobre la noche del Carnaval"
Letra del tango "Siga el corso" (A. Aieta - F. García Jiménez), 
grabado en Buenos Aires el 6 de julio de 1928 por Carlos Gardel.



¿Cuál es el origen y motivo de la celebración del carnaval?

El carnaval es, muy posiblemente, la fiesta pagana que más personas celebran y disfrutan en todo el planeta. Son días de baile, disfraces y mucha diversión.
El hecho de disfrazarse, pintarse la cara y festejarlo es un acto que se remonta a la antigüedad y existen algunas evidencias de que el pueblo sumerio ya realizaba este tipo de  festejos hace 5.000 años.
Sus antecesoras más remotas fueron las fiestas conocidas en la antigüedad como "bacanales" -en honor a Baco, dios pagano del vino- y las "saturnalias" -por Saturno, dios de la siembra y la cosecha-, además de los festejos que se hacían en Grecia y Roma por la primavera y el año nuevo.
La palabra carnaval también proviene de aquella época. Durante las bacanales, a Baco se le cantaba el Ditirambo; el coro que lo hacía iba disfrazado de sátiro y frente a él aparecía el sacerdote del dios conduciendo un barco sobre ruedas al que llamaban "carrus navalis" (carro marino o naval), y que los romanos pronunciaban "car navalis" Mientras que carnestolendas, como también se lo llama al carnaval, proviene de "caro", carnes, y "tollo", tapar, términos que parecerían aludir al disfraz.
A raíz de la expansión del cristianismo fue cuando más auge tomó y la fiesta adquirió el nombre de carnaval, teniendo como motivo principal el hecho de despedirse de comer carne y de llevar una vida licenciosa durante el tiempo de cuaresma.
Eran tres días de celebración a lo grande, en lo que casi todo estaba permitido; de ahí uno de los motivos de ir disfrazado, taparse el rostro y salvaguardar el anonimato. Hoy en día, esta celebración se ha alargado una semana, comenzando en la mayoría de lugares el Jueves Lardero (jueves inmediatamente anterior al carnaval).
Esta despedida a la carne se realizaba los días previos al miércoles de ceniza, fecha en la que se daba comienzo a la cuaresma; un periodo de cuarenta días (hasta el domingo de resurrección) que se destinaba a la abstinencia, recogimiento y el ayuno, acompañado de oraciones, penitencia y espiritualidad religiosa.



¿De dónde viene la palabra carnaval?

Según el Diccionario de la Real Academia, el término carnaval procede del italiano carnevale, haplología del ant. carnelevare, de carne (carne) y levare (quitar).

Corominas da la misma etimología:
«Carnaval, 1495, raro hasta el siglo XVII. Del italiano carnevale íd., y este de carnelevale, 1130, alteración de carnelevare, siglo XIV, compuesto de carne y levare ‘quitar’, por ser el comienzo del ayuno de Cuaresma. El nombre tradicional castellano es carnestolendas.»

Según José Ortega y Gasset ( en El hombre y la gente -1957) :
«El carnaval, hoy ya moribundo, ha sido la perpetuación en las sociedades cristianas occidentales de la gran fiesta pagana dedicada a Dionisos, el dios orgiástico que nos invita a despersonalizarnos y a borrar nuestro yo diferencial y sumirnos en la gran unidad anónima de la Naturaleza. Basta esto para que presumamos en él una divinidad oriental. Y, en efecto, según el mito helénico, Dionisos llega recién nacido de Oriente en un navío sin marinería ni piloto. En la fiesta, este navío, con la figura del dios, era transportado por calles y campos en un carro, en medio de la muchedumbre embriagada y delirante. Este carrus navalis es el origen de nuestro vocablo car-naval, fiesta en que nos ponemos máscaras para que nuestra persona, nuestro yo, desaparezca. De aquí que la mascarita hable con voz fingida a fin de que también su yo resulte otro y sea irreconocible. Es la gran fiesta religiosa de jugar los hombres a desconocerse entre sí, un poco hartos de conocerse demasiado. La carátula y el falsete de la voz permiten, en esta magnífica festividad, que el hombre descanse un momento de sí mismo, del yo que es, y vaque a ser otro y, a la par, se libre unas horas de los tús cotidianos en torno.»


¿Por qué el carnaval cada año cae en una fecha distinta?

Existe una estrecha relación entre la fecha en la que cae la Semana Santa y los días en los que se celebrará el carnaval ese mismo año, aunque esta sea una fiesta pagana y se realice con anterioridad a la celebración religiosa. Conociendo cuándo es Semana Santa un año podremos saber qué día empieza el carnaval. Entre ambas fechas pasan exactamente cuarenta días, que es el periodo conocido popularmente como ‘Cuaresma’. Para saber por qué es así, hay que hacer un poco de historia…

El hecho de disfrazarse y celebrar una fiesta a lo largo de varios días, es una continuidad de los antiguos Saturnales, los festejos romanos que se realizaban en honor al Dios Saturno.

Fue a partir del siglo IV, durante la decadencia del Imperio Romano, cuando la iglesia católica tomó el control de la mayor parte de las celebraciones paganas que se realizaban, anulándolas y/o reconvirtiéndolas en fiestas religiosas (entre ellas las mencionadas Saturnales y las del ‘Sol Invictus’ del 25 de diciembre, las cuales reconvirtieron en lo que hoy en día conocemos como Navidad o incluso el Día de San Valentín). Con ello también vino el reubicar en el calendario otra de las grandes fiestas de la iglesia: la Semana Santa, como conmemoración de la ‘última cena’ celebrada por Jesucristo con sus apóstoles, su captura, crucifixión y resurrección, pero también otra celebración muy vinculada con los orígenes del cristianismo: la Pascua judía, que se celebraba el 14 de Nisán.

Para especificar la fecha el emperador romano Constantino el Grande estableció, en el primer Concilio de Nicea (año 325 d.C.),  una fórmula por la cual se determinaría cuándo caería la celebración de la Semana Santa y ésta sería siempre en el domingo siguiente a la primera luna llena tras la entrada de la primavera (Domingo de resurrección).

Se acordó que a la Semana Santa le precedería un espacio de cuarenta días (la Cuaresma) en los que, obligatoriamente, se debía realizar unos actos de sacrificio y penitencia, entre ellos el  ayuno y abstinencia. Este periodo comenzaba el Miércoles de ceniza, por lo que esta era la fecha límite (en los siguientes cuarenta días) para poder comer de todo, divertirse y celebrar cualquier tipo de festejo, motivo por el que se popularizó una celebración durante los tres días previos al inicio de la Cuaresma, trasladándose la fiesta y jolgorio de las Saturnales a esa fecha (para así no hacerla coincidir en diciembre con la Navidad). A esta celebración se le llamó carnaval cuya etimología proviene del término italiano  ‘carnevale’  y éste a su vez del latín ‘carnem levare’ cuyo significado es carnem (carne) y levare  (quitar): quitar la carne.

Esos tres días de fiesta y jolgorio (donde casi todo estaba permitido) dio lugar a ir disfrazado y taparse el rostro con el fin de salvaguardar el anonimato. Hoy en día, esta celebración se ha alargado una semana, comenzando en la mayoría de lugares el Jueves Lardero (jueves inmediatamente anterior al carnaval).


¿De dónde surge el hecho de disfrazarse durante el carnaval?

Para la mayoría de personas el término carnaval va asociado con el hecho de disfrazarse y pasar unos días de fiesta y jolgorio, pero esta celebración que lleva tantísimos siglos realizándose no siempre estuvo vinculada al hecho de ponerse un disfraz sino que es el resultado de una mezcolanza de fiestas y tradiciones, provenientes de distintas culturas, que en un punto de la historia fueron unificándose para acabar siendo el festejo que hoy en día conocemos.

Por un lado, existen evidencias de que los sumerios ya se divertían pintarrajeándose o colocándose máscaras alrededor de una hoguera para ahuyentar a los malos espíritus y tener buenas cosechas y pedir a los dioses que sus tierras fuesen fértiles.

Otras civilizaciones posteriores como los griegos o los egipcios también practicaron el hecho de disfrazarse en sus homenajes a sus deidades. Pero en el carnaval propiamente dicho fue Italia la que adoptó la careta, más precisamente Venecia, donde se usó no sólo como vehículo de alegría sino que sirvió para guardar el incógnito y gozar de impunidad en venganzas y conspiraciones, aunque también facilitó romances y amoríos.

Tal y como se explico sobre por qué el carnaval cae cada año en una fecha distinta, a partir del siglo IV, la imposición del catolicismo como única religión válida a raíz de la decadencia del Imperio Romano, hizo que las saturnales dejasen de ser una fiesta pagana para convertirse en una celebración previa a la Cuaresma que precedía a la Semana Santa, por lo que eran los últimos días en los que se podía comer carne (de ahí la etimología de ‘carnaval’: quitar la carne) antes del  ayuno y abstinencia obligados durante los cuarenta días que llevaban hasta la celebración religiosa. Desde entonces el carnaval empieza el ‘Jueves Lardero’ y termina el siguiente Miércoles de Ceniza con el ‘entierro de la sardina’(ceremonia con la que se anuncia el fin del Carnaval en diversos puntos de España e Hispanoamérica. Los entierros suelen consistir en un desfile carnavalesco que parodia un cortejo fúnebre y culmina con la quema de alguna figura simbólica, generalmente representando a una sardina.).

Evidentemente, durante un buen puñado de siglos los festejos más relacionados con el desmadre dejaron de realizarse públicamente, ante el temor de sufrir represalias por parte de los jerarcas eclesiásticos, pasando a ser una celebración de carácter familiar y religiosa que se hacía en el campo y donde se compartían distintas viandas. Aquellos que se atrevían a continuar haciéndolo como jolgorio preferían asegurarse que sus identidades quedaban en el anonimato, hecho que propició que los disfraces y máscaras cogieran un significativo protagonismo.

Pero si debemos destacar cuándo y dónde el carnaval tuvo su momento culminante de eclosión ese fue durante la Edad Media en Venecia, en el que la ciudad italiana se convirtió en el centro social, cultural y artístico de Europa y donde la aristocracia de la época acudía con asiduidad. El hecho de colocarse máscaras y disfraces y poder mezclarse con la gente llana del pueblo, camuflándose entre ella como uno más, sin ser reconocidos, es lo que dio un empuje definitivo a los carnavales siendo rápidamente exportados hacia un gran número de poblaciones de todo el continente.

A lo largo de los siguientes siglos la celebración del carnaval sufrió varios altibajos, siendo festejados mayoritariamente en entornos privados donde cada vez fue cogiendo más protagonismo el hecho de preservar la identidad.


Historia del Carnaval Bonaerense

"Se acercan los días consagrados a esa brutal diversión. Legado de nuestros opresores." Así comenzaba "Un porteño", como dió en llamarse, una nota que publicara en un periódico de 1833. Como bien dice nuestro antepasado protestón, en los siglos pasados el carnaval se festejaba con una violencia increíble. Fue cambiando, poco a poco, a través de los años, influenciado por el también lento cambio cultural de nuestra sociedad. El carnaval fue legado por los españoles, con ellos llegaron a nuestras tierras estos festejos de antigua data en al continente europeo.

El carnaval que se festeja en nuestras tierras se ve originado como una fiesta cristiana, o por lo menos en un ámbito cristiano, ya que el carnaval son los tres días anteriores (sábado, domingo y lunes) al miércoles de ceniza, que es cuando comienza la Cuaresma. La cuaresma es un período de ayuno observado por los cristianos como preparación para la Pascua. Por todo esto, los tres días de carnestolendas o carnaval, eran festejados a pleno, porque luego vendría un período de ayuno completo, o sea, de fiestas también. 

Como bien dice una antropóloga "el carnaval aparece como un absurdo; encarna la sublimación del ocio. El sinsentido del hacer para despilfarrar." En esta fiesta, el disfraz propone la confusión de los lugares sociales y hasta la de los sexos, esclavos disfrazados de señores y al revés, humanos disfrazados de animales, hombres transformados en mujer, etc. Por esta suspensión de lo establecido se lo tildó muchas veces de subversivo. Pero es también un tiempo de sueño, se encarna el papel que se quiere ser, solo por tres días. 

Nuestro carnaval ha adquirido muchas formas a lo largo de sus cientos de años de vida, pero la costumbre que siempre reino, y lo sigue haciendo, es la de arrojarse agua. El abuso de esta costumbre fue la causante de las distintas prohibiciones que se le impusieron a esta divertida fiesta. Nadie quedaba fuera del carnaval, todos se divertían en esos tres días en los cuales la ciudad parecía un campo de batalla; ricos, pobres, blancos, negros, desconocidos, conocidos, todos participaban. El mismo Domingo F. Sarmiento era un gran adepto al carnaval y no se molestaba en los mas mínimo si le arrojaban agua cuando era presidente.

Como se dijo, la costumbre de mojarse uno a otro en carnaval, la trajeron los españoles, a pesar que en España el carnaval cae en invierno. Ya desde el siglo XVIII los bonaerenses se mojaban los unos a los otros. En 1771 el Gobernador de Buenos Aires Juan José Vertíz implantó los bailes de carnaval en locales cerrados. Se oficializaban los bailes, a efectos de atenuar las inmorales manifestaciones callejeras de los negros, que habían sido prohibidas el año anterior. Por esa misma época, un grupo de gente descontenta con los bailes justo antes de la cuaresma, y según decían por los excesos que ocurrían en ellos, llevaron su descontento ante el mismísimo rey de España. El rey envió de inmediato dos órdenes a Vértiz, el 7 y 14 de enero de 1773, por las cuales prohibía los bailes y le encargaba que arreglase las escandalosas costumbres en que había caído la ciudad. Vértiz, no se quedó callado, le protesto al rey diciendo que como se bailaba en España, también se lo podía hacer en Buenos Aires. Pero el rey Carlos III promulgó una ley el 16 de diciembre de 1774, en la cual prohibía los bailes de carnaval, alegando que él nunca los había autorizado en las Indias. Como ustedes se imaginaran no se respetó la prohibición, tanto que los festejos degeneraron y ya en la época del virreinato, el virrey Cevallos se vio obligado a prohibir los festejos de carnaval. "...conviniendo remediar este desorden con el presente prohíbo los dichos juegos de Carnestolendas...", decía el bando del virrey, y sigue "... ha tomado en pocos años a esta parte tal incremento en esta ciudad [...] en ellos se apura la grosería de echarse agua y afrecho (salvado), y aun muchas inmundicias, unos a otros, sin distinción de estados ni sexos...". Seguía diciendo que la gente, se metía en las casas y reventaban huevos por todos lados, hasta robaban y rompían los muebles.

Los excesos no disminuían, y si lo hacían era por poco tiempo. El 13 de febrero de 1795 el virrey Arredondo promulgó el bando acostumbrado prohibiendo "los juegos con agua, harina, huevos y otras cosas".

En los años siguientes a la Revolución de Mayo, se volvió muy común entre la población, en especial entre las mujeres, la costumbre de jugar en forma intensa con agua. Para ello utilizaban todo tipo de recipiente, desde el modesto jarro, hasta los huevos vaciados y rellenos de agua con olor a rosa, pasando por baldes, jeringas, etc. Los huevos eran vaciados y llenos con agua, pero no siempre con agua aromatizada, a veces solo se tiraban huevos podridos. Entre la gente acomodada se usaba, comprar los huevos de ñandú, rellenos de agua con olor a flores, como hoy se venden las bombitas los huevos se vendían en las esquinas. Las azoteas de las casas se convertían en verdaderos campos de batalla acuáticos, y mas de un transeúnte se ligó una fresca catarata de agua. La batalla por una azotea entre hombres y mujeres, todos jóvenes, era divertidìsima y terminaba con la inmersión de los perdedores en una tina o bañadera.

Esta costumbre de mojarse solo se utilizaba en la ciudad, no se había generalizado todavía en la campaña ni en las ciudades aledañas a la capital virreinal. En la campaña solían festejar de forma muy ruda, grupos de jinetes se chocaban entres si con mucha fuerza, quedando muchos heridos.

Un escritor inglés dice para 1820: "Llegado el carnaval se pone en uso una desagradable costumbre: en vez de música, disfraces y bailes, la gente se divierte arrojándose baldes de agua desde los balcones y ventanas a los transeúntes, y persiguiéndose unos a otros de casa en casa." Y sigue "Los diarios y la policía han tratado de reprimir estos excesos sin obtener éxito."

En las calles eran más encarnizadas las luchas con agua, ya que en ellas intervenían los esclavos, que mojaban a todo el mundo, se daban pequeñas venganzas, y más de uno no se la aguantaba pasando a las manos, que muchas veces terminaba con heridos o algún muerto. Por eso cada comienzo de carnaval se dictaban medidas preventivas, que nunca funcionaban porque los policías también jugaban al carnaval y los que estaban de servicio preferían alejarse de los lugares de lucha, para no ligarla ellos también.

El carnaval de 1827 fue mucho más tranquilo y los juegos con agua casi ni se vieron, las continuas quejas de años anteriores habían hecho efecto, aunque mas que nada se debió a la determinación de la policía de conservar el orden, algo que nuca había ocurrido. Pero esta moderación solo duro dos años, ya en 1829 vuelve la violencia. Dice un periódico: "Hémos oído asegurar que no han faltado brazos ni piernas rotas, ojos sacados, pistoletazos, etc.". Esto porque otra vez los policías eran los primeros en jugar. Los juegos con agua siguieron, no siempre violentos.

En los tiempos de Juan Manuel de Rosas, el carnaval era esperado con mucho entusiasmo, en especial por la gente de color, protegidos de Rosas. 

Para el carnaval de 1836 se permitieron las máscaras y comparsas, siempre y cuando gestionasen anticipadamente una autorización de la policía. Para esta época el carnaval estaba ya muy reglamentado para prevenir desmanes. Solo se permitía el juego en los tres días propiamente dichos de carnaval, y el horario era anunciado desde la Fortaleza (actual Casa Rosada) con tres cañonazos al comienzo, 12 del mediodía, y otros tres para finalizar los juegos, al toque de oración (seis de la tarde). También se tiraban cohetes, para los cuales había que tener permiso de la policía.

Para los juegos en esta época, se movilizaban carros con tinas de agua, jarros, jeringas, huevos de ñandú, también se usaban vejigas llenas de aire, con las cuales se golpeaba a los transeúntes. Estos juegos generaban verdaderas batallas campales. Luego del cese, de los juegos con agua, continuaban los festejos con reuniones particulares, que a veces terminaban a la madrugada.

Las costumbres del carnaval, en época de Rosas, fueron cayendo en excesos, llegando hasta el máximo desbordamiento. La gente se divertía muchísimo, no había ni clase ni estrato social que no jugara al agua en carnaval. Pero como en todo estaban los exagerados, que llegaban a las manos, y muchas veces ocurrían desgracias. También estaban los que no disfrutaban de estos juegos y no dejaban de quejarse por medio de revistas y periódicos. Muchos de estos últimos se iban de la ciudad por esos tres días de carnaval. Los excesos, ¿cuáles eran los excesos?, se preguntaran. Estaban los que aprovechaban para entrar en las casas y robar, los que se aprovechaban de las mujeres que jugaban al carnaval, manoceandolas, rompiendo sus ropas y hasta violando. También se catalogaban como excesos algunos que ahora son muy comunes en carnavales como los de Río de Janeiro o Gualeguaychu: "Las negras, muchas de ellas jóvenes y esbeltas, luciendo las desnudeces de sus carnes bien nutridas...", decía José M. Ramos Mejía de esa época.

Por esta época los festejos de carnaval se habían extendido a todas las ciudades del actual Gran Buenos Aires. Los juegos con agua predominaban, pero también había bailes. Estos eran muy importantes, comenzaron en domicilios particulares, a principios de este siglo (s. XX) tomaron la posta los clubes de barrio.

Pero siguiendo con los "carnavales de Rosas", los grandes protagonistas y protegidos de Rosas, eran los morenos. Los negros se dividían en "naciones", y se juntaban en "tambos" a danzar al ritmo de sus candombes. El mismo Rosas concurría a los "huecos" donde los morenos festejaban. Por nombrar una, en 1838 acudió a la fiesta realizada por la "nación" "Congo Augunga", en la esquina de las actuales San Juan y Santiago del Estero, acompañado de su esposa Encarnación y su hija Manuelita.

Una costumbre en esta época era la llamada "día del entierro". Los vecinos de cada barrio colgaban en algún lugar un muñeco de paja, al que llamaban Judas, que luego era quemado, en medio de una fiesta general.

Pero no todo era diversión, los desmanes y las escenas "poco decorosas" aumentaron llegando a ser "repulsivas". Rosas decidió cortar por lo sano y prohibió todo festejo de carnaval el 22 de febrero de 1844. La prohibición se extendió también a todas las ciudades del actual Gran Buenos Aires.

Las celebraciones se reanudaron recién en 1854, con Rosas fuera del poder. Pero el carnaval volvió muy reglamentado, se realizaban bailes públicos en diversos lugares, previo permiso de la policía. Había mucha vigilancia policial para prevenir los desmanes de las décadas anteriores.

En los años siguientes comenzaron a predominar las comparsas. Todo reglamentado, las comparsas tenían que estar anotadas, así como sus miembros, en la policía; también las personas que usaban caretas tenían que pedir un permiso y llevarlo encima por si un policía lo requería.

El primer corso se efectuó en 1869, participando en él mascaras y comparsas. Fue muy festejado por el pueblo y la prensa. Al año siguiente, una disposición policial permitió el desfile de carruajes en los corsos. Al principio, los corsos se llevaban a cabo en las calles Rivadavia, Victoria y Florida, con el tiempo se extendieron a diversas calles y barrios. Eran muy alegres y vistosos, el lujo de los disfraces y adornos fue creciendo con cada nuevo carnaval. Cada corso contaba con una comisión organizadora, los familiares de los miembros e invitados especiales se ubicaban en los balcones de la casa que servía de sede, y frente a esta se detenían las comparsas y mascaras para interpretar sus canciones y sus músicas.

Como es de esperarse, la costumbre de jugar con agua no había desaparecido, todavía sigue. Se utilizaban huevos y jeringas como antes, mas la incorporación de los pomos.

Cobraron auge los "centros", sociedades organizadas especialmente para desfilar en los corsos. Predominaban los de los negros desfilando al son de sus candombes. A veces al enfrentarse dos comparsas de negros se iniciaban las "tapadas", un contrapunto de todos los instrumentos que no terminaba hasta dejar en claro la supremacía de una de las comparsas, podían durar varias horas. Mas de una ves los vencidos apelaban a los golpes para expresar su descontento. Pero estos "centros" también estaban integrados por "gente de bien", el mas conocido era la sociedad "Los Negros". Esta estaba integrada por jóvenes intelectuales de la alta sociedad. Vestían un uniforme militar húngaro. Las letras de sus canciones eran sobre la relación de los negros y los blancos, ellos eran, supuestamente, esclavos. Bastardeaban las costumbres de los negros con sus canciones. Las comparsas tenían canciones con unas letras muy interesantes. Las había con contenido gracioso, crítica política, crítica social, de todo un poco. 

Lo normal en estos años era que la gente jugaba con agua durante el día, veían los corsos, que comenzaban tipo cinco y media o seis de la tarde, y luego acudían a los bailes públicos o particulares, que comenzaban entre las 9 y 11 de la noche y terminaban de madrugada. Decía una crónica de 1872: "En los teatros, las puertas se abrirán mañana, el lunes 12 y el martes 13, a las 11 de la noche, y se cerrarán a las 4 de la madrugada. Los "tranways" estarán en funcionamiento toda la noche. En los teatros, los palcos costarán alrededor de 200 pesos y la entrada 100. En el Teatro de la Alegría los precios serán más módicos para los bailes de máscaras: 60 pesos los palcos y 25 la entrada para hombres. Las damas entrarán gratis. ¿No habrá algún disfrazado que se haga pasar por mujer?". Este año de 1872, los juegos con agua fueron prohibidos por la policía, solo se permitían los disfraces y las comparsas.

Estas últimas se solían juntar en las plazas, la gente se apiñaba en ellas a fin de escuchar su música y sus canciones. Al mismo tiempo en estos lugares se libraban combates con bombas, pomos y huevos.

Los corsos de fines del siglo XIX estaban integrados por comparsas, "centros" y orfeones. Los centros eran sociedades que se juntaban durante todo el año a cantar en diferentes fiestas, principalmente en carnaval. Las comparsas estaban integradas por músicos y cantantes, que se reunían para carnaval. Los orfeones se caracterizaban por su muy buena vestimenta, estaban integrados por músicos de gran categoría, muy buenos coros y grandes orquestas y bandas. Los corsos eran financiados mediante colectas y donaciones, ya que las autoridades no contribuían con dinero. Los corsos comenzaban usualmente a las cinco y media o seis de la tarde, y finalizaban con una fiesta de la ceniza. En esta la gente se arrojaba harina y ceniza, eran luchas violentas, que más de una vez terminaba con incidentes lamentables, pero por lo general se jugaba con mucho divertimento.

Las nuevas armas para los juegos con agua, eran los famosos pomos cradwell, que se vendían en la farmacia Cradwell de la calle San Martín y Rivadavia, y los llamados de "bellas Artes". Estos arrojaban agua perfumada. Todo esto a pesar de la ordenanza que prohibía arrojar agua en los días de carnaval. También se arrojaban serpentinas y "confettis". En San Isidro se vendían los pomos de plomo en la librería de Valentín Dosso o la de Plinio Spinelli, donde también se ofrecían caretas, serpentinas y papel picado.

A fines del siglo XIX y primeras décadas de 1900 los corsos sobraban y alcanzaron su máxima popularidad. Los había en casi todas las calles principales de Buenos Aires. También en las ciudades aledañas. Predominaban en el Centro, pero los había en Flores, en Belgrano, Barracas, La Boca, Parque Patricios. También en el resto del Gran Buenos Aires. Uno muy importante era el de San Fernando, y se destacaban los de Adrogué, Lomas de Zamora, Avellaneda, Morón y San Isidro, este ultimo corso se llevaba a cabo en las calles Cosme Beccar, Begrano, 9 de julio, 25 de mayo, hasta Primera Junta. 

En estos tiempos estaba prohibido jugar con agua, solo se podía arrojar "papel cortado, flores, serpentinas y laminillas de mica". Esto no quiere decir que no se jugara con agua, se siguió haciendo a pesar de todas las prohibiciones, pero por lo menos con menos violencia. Se solía dejar caer bolas de papel mojadas desde los balcones o azoteas sobre la gente, a veces sujetas con hilo para volver a utilizarla.

Grandes grupos de máscaras llevaban la alegría a la gente por todos lados. Se disfrazaban pintorescamente, se podía ver a la princesa, los príncipes y condes y al gracioso y simpático "oso Carolina", el cual realizaba piruetas. Los carruajes eran siempre lujosos, pero la gente esperaba con ansia la llegada de las sociedades corales y musicales. También estaban los "clowns" o payasos, que ejecutaban difíciles pruebas gimnásticas. Luego surgieron los grupos de máscaras caricaturescas que divertían con sus números y vestimenta graciosa.

Y por estos años comenzaron a tener importancia los bailes. Se realizaban a continuación de los corsos en teatros, instituciones sociales, hoteles y residencias particulares. Por lo general eran de disfraces, y se bailaban polcas, valses, etc. Algunos de los teatros hasta tenían un servicio mediante el cual los concurrentes podían cambiar de disfraz cuantas veces quisiesen. Uno de los más famosos lugares de baile fue el "Club del Progreso", fundado en 1852. Era un triunfo social poder participar de sus bailes, ya que había una rigurosa selección de invitados. Fuera de la Capital los mas conocidos eran los del "Tigre Hotel" los del "Hotel de San Isidro", también en la ultima localidad eran famosos los bailes de Francisco Bustamante, o las suntuosas veladas que organizaba Alfredo Demarchi en su palacio de San Fernando, los de Morón, Lomas de Zamora y, los del hotel Las Delicias en Adrogué. También estaban los bailes del Club de Flores, los del hotel "Carapachay" de San Fernando. Otros bailes famosos eran los organizados por una comisión de vecinos en los salones de la Municipalidad al finalizar el corso de la calle Corrientes. En casi todos los clubes barriales había bailes en carnaval, tanto en la Capital como en el Gran Buenos Aires.

Con el paso de los años se fue viendo que la gente de sociedad no compartía como antes estas fiestas populares, solo acudían a los bailes o se exhibían en los carruajes durante los corsos mas importantes. Ya no se daba la camaradería que imperase en el siglo anterior, en que los niños salían con los grandes, los negros con los blancos, ricos con pobres todos jugaban y festejaban juntos. 

El carnaval fue perdiendo encanto, había muchas patotas y gente pasada de copas que acudía a los corsos, siempre armándose peleas. Muchas familias dejaron de ir a los corsos mas populares. En 1909 se suspendieron los corsos por los continuos incidentes que se producían en ellos.

Por estos años se daban los bailes de los conventillos, que eran legión en Buenos Aires, muchas veces terminando a tiros o puñaladas, pero la mayoría de ellas festejados con mucha alegría y camaradería.

A partir de 1915 muchas de las famosas comparsas fueron desapareciendo. Fueron siendo remplazadas por las murgas. Estas en principio estaban integradas por jóvenes de 20 o menos años. Sus cantos eran simples e ingenuos, y sus letras "atrevidas". Los corsos perdían brillo, se poblaban de chatas, carros y carritos de lechero, adornados con flores artificiales, farolitos chinescos y tiras de papel barrilete de distintos colores. Ya no primaba la elegancia de tiempos pasados. Eran tiempos difíciles y se notaba en los festejos del carnaval. Los desfiles fueron siendo relegados por los bailes en gran escala que organizaban diferentes instituciones sociales. En 1921 resultaron fabulosos los del Club de Flores, el realizado por el Círculo de la Prensa en el teatro Coliseo y las veladas en el Tigre Hotel. Las mujeres iban vestidas con disfraces y los hombres con smoking. Esto para las clases altas, para los demás seguían existiendo los bailes en los clubes sociales y en residencias particulares. En todos se realizaban concursos y se premiaba al mejor bailarín y al mejor disfraz. 

En la década del 20 eran muy pocos los corsos que seguían existiendo, y menos aun los que seguían siendo alegres y divertidos.

Como se dijo, con la declinación de las comparsas aparecen y proliferan las murgas. Las murgas apelan de modo desafiante al grotesco. Las comparsas en cambio tenían influencias europeas y eran bandas de músicos con alto dominio técnico y muchos coros e instrumentos. Las murgas también son el resultado de la mezcla de tradiciones que se dio con la gran inmigración. Antes las agrupaciones carnavalescas se fundaron en fuertes lazos étnicos, de clase y amistad. Con el tiempo se fueron organizando a partir del encuentro e intercambio vecinal de los barrios. 

Las murgas representaban a estos centros sociales, y fueron relegando a las grandes comparsas. No tenían ni tenores ni bandas sinfónicas, pero eran y son muy divertidas. 

Los carnavales fueron mantenidos como fiesta pública por entidades que se organizaron en función de lazos de vecindad y territorio, que es la forma que todavía se encuentra en nuestros días. Desaparecieron los corsos, pero todavía se festeja. Y obviamente los juegos con agua nunca desaparecieron por mas prohibiciones que les implantaron.

Martín A. Cagliani - Artículo publicado en la revista Circulo de la Historia, Nº 47, febrero 2000 -




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